No pensaba encontrarme con nadie, la vereda, en su vista panorámica, estaba vacía, la gente únicamente cruzaba la calle para estar rápidamente al frente, no sé porqué…
Tenía tiempo y me pareció interesante dejarme llevar por la locura de otro, aunque ahora que lo pienso mejor, ¿qué es la locura?. Acaso los dos caminábamos de la misma manera y hacíamos dos pasos cada cinco segundos, y mirábamos el semáforo y nos extrañaba cómo el viento se llevaba los diarios de días pasados. Nada nos diferenciaba. Los dos teníamos rumbos aunque yo seguía el suyo, pero la objetividad del destino era idéntica.
Lo seguía y él no lo advertía. Los locos creen que nadie los sigue por admiración o placer, en cambio, aún así tristemente se sienten perseguidos. Alguien les puede hacer un daño o los está buscando. Qué sucedería si por un momento él supiera que me interesaba saber a dónde iba.
Yo disponía de todo el tiempo del mundo y parecía que el loco también, los dos caminábamos tranquilos y cruzábamos la calle con el mismo cuidado. De pronto, comencé a sentirme extrañamente identificada con él. Se transformó en mi alter ego, porque si tanta curiosidad me despertaba seguirlo algo mejor que yo tenía. Qué sería eso superior entre nosotros. No se trata de una comparación improvisada. Sostengo, que ese ser, tenía algo supremo que me disminuía. Me detuve y lo miré, su espalda seguía caminando, qué pasaba si yo no lo seguía más, qué se llevaba él consigo, qué iba a perder yo de mí con ese loco. Efectivamente, lo perdí un poco de vista y un vacío me invadió, uno de esos vacíos inexplicables en los que uno está toda la vida preguntándose con qué los llena. Desesperada, corrí, busqué en las cuadras siguientes su paso despreocupado. Allí lo vi, parado en una esquina, dispuesto a cruzar, destino claramente definido, su casa. Dónde viven los locos, qué lugar definen como su hogar. El resto vive solo, ellos están juntos, se están defendiendo, de nosotros.
Ahí me paré, a su lado, a la par, iguales. Él me miró, despreocupado e inmutable, pero pude percibir que una sonrisa asomaba, producto de la alegría de estar loco. Y me sentí loca, y me contagió, y lo seguí a su casa, a donde estaban todos, defendiéndose.
Ahí me paré, a su lado, a la par, iguales. Él me miró, despreocupado e inmutable, pero pude percibir que una sonrisa asomaba, producto de la alegría de estar loco. Y me sentí loca, y me contagió, y lo seguí a su casa, a donde estaban todos, defendiéndose.
3 comentarios:
Lindo. Espero no defenderme demasiado...
En realidad todos nos defendemos de algo, quizá por eso estemos un poco locos, je
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