jueves, 24 de abril de 2008

Al negro...


Nos dejaste las lágrimas, las lágrimas que tantas veces habían sido de tanto reírnos con tus ocurrencias…
Me acuerdo de esa mirada, y jamás se me va a escapar de la memoria, esa mirada que mantuviste cuando te pedí que me dibujaras a Mendieta en el libro de mi viejo, y vos te estabas yendo, todos ya se habían ido. Y vos mirando fijo la hoja en blanco, deliberando qué hacer, cómo responderle al tiempo porque había alguien que te pedía que dibujaras, que impresionaras apoyando ese fibrón en el papel y vaya a saber uno qué tan igual sería a como siempre se lo veía en la parte de atrás de los diarios. Sonreíste y dijiste “bueno, dame”, garabateaste mágicamente en unos minutos una figura preciosa, y te burlaste de los otros y de esos relojes pulsera que llevaban los hombres apurados caminando por la vereda. Yo me dije, “Pucha, qué piola es éste negro”, y de eso te juro, no me voy a olvidar…

Tampoco me voy a olvidar de las carcajadas que les sacabas a mis viejos cuando se acordaban de tus cuentos y yo era chica y no entendía dónde estaba la gracia, pero me hacía bien escucharlos porque todo era un poco más hermoso.
Ni quiero olvidarme de la importante marca que dejaste, así, con lo improvisado que eras, en la vida de las personas. Vos no te proponías pasar a la posteridad, te gustaba hablar de las cosas que pasaban y reírte en lo posible de lo absurdas que eran. Vos aparecías en cualquier parte, nadie te anunciaba, porque andabas por el borde del camino, y si te cruzabas con alguien lo saludabas y hasta lo invitabas a tomar un café. Y así, de tan simplón que eras todos te querían más todavía.
Todo lo que hacías lo hacías con un cariño de padre, y si me equivoco es probable que me haya dejado llevar por el aprecio que te tiene Inodoro.
Bastaba ver las fotos en las que salías dibujando en tu tablero, bastaba observar esa mirada tierna y brillante que proyectabas en el papel mientras te salían las ideas así a borbotones, llenas de luces y de colores. Por eso digo Negro, y no miento, que las cosas que hacías las hacías de verdad con amor. Y eso suena como tonto o simple, pero es complicado que suceda en la mayoría, viste. Por ahí algunos se suman a los intereses, o ven el provecho o el lucro que pueden encontrar en una idea propia, y me parece que no la disfrutan, ni la explotan, la venden. Vos en cambio, estabas ahí, para transmitirla. El dibujo estaba lleno de vos. No lo digo por que lo hayas hecho, sino porque veíamos a Fontanarrosa en cada trazo. También había una especie de intertextualidad en lo que hacías, porque todo se relacionaba, todo hacía que recurriéramos a lo que habías dicho, aún así no fuera lo más genial. Aún lo hubieras dicho sin ningún sentido.

Cuando te moriste y estábamos todos tristes de verdad, un periodista dijo que vos ibas a tener el privilegio de la inmortalidad, porque ibas a vivir en cada libro y en cada palabra. Qué hubieras pensado vos de todo esto, cómo te hubieras reído, negro.
Pero dejanos pensar eso, ché… uno necesita un consuelo, que lo parió…

¡¡¡¡¡¡¡El negro a la posteridad!!!!!!

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