La luz mortecina los hacía más viejos. El ambiente estaba demasiado viciado de humo y recién iban por las primeras etiquetas de cigarrillos. Sentados alrededor de una mesa ya se habían servido wisky y uno de ellos hasta se sacó los zapatos.
Aguirre fue el primero que dijo algo:
- Nos mandamos mañana y todos tranquilos- exhaló humo e hizo toser a Tejada que ya se estaba durmiendo
- No, esperemos, total tenemos tiempo, esto no se nos viene encima en por lo menos tres días- cerró los ojos y pensó en dormitar un rato
Ludueña saltó como si lo hubieran insultado y no esperó que nadie reaccione:
- ¿Estás loco, pelotudo?, nunca estuvimos tan jugados como ahora y vos me venís a decir que esperemos, tenemos a la yuta en la nuca…- tomó el último trago de wisky como si esa hubiera sido la última frase.
Guzmán salió del baño con el pelo mojado y el intento de una gomina improvisada, los miró con impaciencia y no atinó a sentarse, estaba demasiado nervioso:
- ¿Qué hacen ahí echados manga de inútiles? ¿acaso están esperando que les den el premio Nóbel a la cobardía?- se acercó a Tejada y lo sacudió, ya se había dormido del todo como su estuviera en su propia cama- Despertáte inservible, todavía me arrepiento de haberte llamado para esto, ¿y ustedes?, ¿piensan jugar al póker o al ajedrez de casualidad?- siguió parado, además ya no había más sillas. Tejada lo miró y se desperezó un poco, su voz sonó a bostezo:
- Uhh, tranquilo Guzmancito, todo va a ir bien, siempre hemos tenido suerte, ¿no te acordás de la última vez?
Ludueña, entre desesperado y enfurecido se levantó a buscar más wisky, el reloj daba las tres de la mañana y los grillos aturdían como si estuvieran en esa charla:
- No entiendo esta postura de ganadores, ¿acaso no se dan cuenta que nos estamos jodiendo nosotros mismos?, yo te sigo Aguirre y estoy con vos Guzmán, resolvamos esto lo antes posible que quiero seguir con mi vida normal-
- Bueno, entonces déjenmelo a mi, conozco gente que nos puede ayudar, si quieren la llamo ahora- miró el reloj- bah, a no ser que sufran de insomnio. Mañana los llamo-
En realidad debían definir todo esa misma noche, era una ilusión esperar unas horas más para que las cosas se complicaran el doble. La suya era una postura inútil y no hacía más que representar su inoperancia. Guzmán parecía ser el más decidido, quizá porque era el mayor responsable y se veía entre rejas antes que el resto.
Tejada se levantó apurado y agarró las llaves del auto que estaban sobre la mesa:
- Yo me voy che, no puedo hacer más que ustedes, además vos Guzmán parece que la tenés mucho más clara…- Guzmán, que todavía permanecía a su lado, lo tomó de la camisa con violencia y la gomina improvisada desapareció:
- ¿De qué carajo hablás imbécil?, vos de acá no te movés, estamos todos en la misma y tenemos que zafar juntos, ¿acaso no te dieron lecciones de solidaridad en el colegio?- Tejada le tenía miedo, todos, pero él mucho más porque se sentía inferior, digamos que le resultaba más cómodo. Se volvió a sentar y bajó la mirada, en el fondo sabía que no podría dar ninguna solución, entonces un sentimiento de obediciencia innato lo mantuvo al margen. Aguirre, después de mucho silencio también hizo su aporte:
- Definimos esto durante la noche y nos piramos al mediodía, los vecinos están comiendo y los viejos ya duermen la siesta-
- Tengo el auto estacionado cerca de la puerta, nos quedarían unos metros de evidencia y de ahí al baúl, todos tranquilos- dijo Guzmán mientras volvió al baño y los demás se quedaron pensando
- Bueno, basta de vueltas, la úlcera me está matando y acá ya no se aguanta el olor a cigarrillo- Agregó Ludueña mientras abría la única ventana que había en esa cocina, el sol ya empezaba a asomar lentamente y algunos árboles estaban iluminados.
Aguirre, Ludueña, y Tejada caminaron hacia el living, Guzmán todavía no aparecía, seguramente se estaba perfeccionando la gomina. Mientras los gallos se hacían protagonistas, bajaron al sótano casi al mismo tiempo. Tejada se quedó “haciendo de campana” aunque no corrieran ningún riesgo, era ya una costumbre.
Pasaron varios minutos que fueron interminables, el aire se respiraba denso y lleno de anuncios, el tiempo pasaba pero en realidad parecía que los estaba atropellando.
Tejada se sentó en un escalón y empezó a cerrar los ojos lentamente, al rato unos pasos que subían desde el sótano se escucharon, eso lo despertó e hizo que se parara.
Ludueña apareció con el rostro transformado, su palidez no tenía nada que envidiarle al color de la pared. Se detuvo frente a Tejada como si fuera la última persona en el mundo:
- El cadáver no está-
martes, 4 de mayo de 2010
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